Los dos guardias forestales apenas pueden avanzar, sus
piernas se entierran en la nieve hasta las rodillas. La taiga en enero no es un
lugar amable con los seres humanos ni con los animales. El mayor, ruso, avanza
delante; el más joven, de origen chino, sigue sus pasos en silencio.
─Fíjate arrastra la barriga, mira el surco que está
dejando en la nieve, ya te dije que está en las últimas ─dice el mayor haciendo
gestos al joven.
─Esto no estar bien ─afirma el joven negando con la
cabeza.
─Seguro que va para el cebo que le hemos puesto ─continua
el mayor observando el rastro con detenimiento.
─Nosotros estar para protegerlos no para matar ─insiste
el guardia joven.
El mayor se vuelve y acerca su cara al joven para
preguntarle─: ¿Tú eres ruso o chino?
─Yo ruso, mis padres chinos ─responde el joven bajando la
vista.
─Entonces por qué demonios hablas como si fueras chino ─le
espeta el guardia mayor.
─En mi barrio sólo vivir chinos, yo sólo hablar ruso con
usted ─dice el joven echándose un poco hacia atrás.
El mayor se vuelve y maldice en voz baja: «Jodidos
chinos, pronto habrá más chinos que rusos».
Atraviesan un arroyo helado y salen a un claro. ─Mira
está fatigado, las huellas son más nítidas, tanto que un niño podría seguirlas,
es una pieza fácil para los furtivos. Por suerte vamos a llegar antes que ellos
─dice el mayor sin dirigirse a nadie en particular. Al mirar al joven ve el
desacuerdo en su cara.
El mayor saca un pitillo y lo enciende, apenas arde; no
le ofrece uno al chico. ─He matado a más de un hombre para protegerlos pero ese
viejo seguramente está ciego y sordo. ¿Quién crees que me ha dado el soplo? Los
mismos que lo controlan. Sabes mejor que yo que cuando tengas mi edad no
quedará ninguno en estás montañas, con lo que saquemos de la venta de sus
huesos tendremos una buena extra toda la guardería. Más de ciento cincuenta
kilos de hueso… tus compatriotas lo pagaran bien─, tira el cigarrillo a medio
consumir sobre la nieve y le dice al joven─: Quédate aquí y ven cuando escuches
el disparo.
A sus casi 50 años le cuesta moverse con tanta nieve, se
arrastra entre arbustos hasta distinguir un magnífico ejemplar de casi 3 metros
alimentándose del ciervo que le dejaron de cebo. Sabe que no ve y se acerca a
rastras contra el viento para que no le huela. Apunta con su rifle y por la
mira telescópica observa la cabeza del tigre. Este se vuelve y mira en su
dirección, por un momento es como si el tigre pudiera ver su ojo a través de la
mirilla. Indolente, el tigre vuelve a comer, masticando con esfuerzo la carne
helada, le faltan dientes. Fija la mira en el oído del animal, en ese momento
le viene un recuerdo de su infancia, del día que su padre, guarda también en la
reserva, apareció en casa con dos cachorros de tigre que había que amamantar
porque los furtivos habían matado a su madre.
A la vez que su dedo se tensa sobre el gatillo una
lágrima se congela bajo su parpado sin poder seguir su curso natural.
* Esta
especie de tigre recibe su nombre del Rio Amur que desemboca en el mar de
Ojotsk tras formar durante un largo tramo la frontera natural entre Rusia y
China.
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